El presidente colombiano Juan Manuel Santos aprobó la destitución
del Intendente de Bogotá Gustavo Petro Urrego, impulsada por el procurador
general, a raíz de un problema en la administración de la recolección de
basura. Durante tres días, la ciudad capital estuvo cubierta de basura. Fue en
diciembre de 2012.
Para tener una mirada en perspectiva, Bogotá era (o es)
gobernada por un político (Petro) que poco tiene que ver con los gobiernos
conservadores-liberales que presidido Colombia durante las últimas décadas. Además,
esa ciudad es el segundo cargo electoral más importante del país, después de la
mismísima presidencia.
Los dirigentes del Movimiento Progresistas Colombia (MPC),
al cual pertenece el destituido intendente, denuncian un claro golpe de estado
contra la voluntad popular y las instituciones del país sudamericano, dado que
una falla en la recolección de basura no es argumento suficiente para destituir
a un funcionario público ungido en el poder con poco más de 700 mil votos. Es una
excusa, según el propio MPC, para deshacerse de un líder de izquierda, ex
guerrillero y de larga trayectoria en la cámara de representantes, con claras y
reales chances de acabar con la seguidilla de gobiernos de derecha.
La justicia colombiana desestimó unas 400 presentaciones
para dejar sin efecto la destitución sancionada por la procuraduría, que,
además de echar de la intendencia a Petro, lo inhabilita a ocupar cargos
públicos por 15 años. No fue suficiente la medida cautelar otorgada por la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, indicándole al gobierno colombiano
que suspenda toda acción contra el acusado.
La última carta que se juega el MPC es llevar a cabo el
referendo revocatorio convocado el 6 de abril, para que la ciudadanía de Bogotá
defina si Petro debe continuar al mando. Posteriormente, harían una
presentación de nulidad de la resolución de la procuración.
El escaso espacio que
tuvo en medios gráficos de nuestro país, y los inexistentes minutes de
televisión gastados en abordar el tema, llaman poderosamente mi atención. En la
humilde y algo formada opinión de quien escribe, la falta de papel higiénico en
Venezuela fue tapa de los principales diarios y tema de debate de cualquier
canal argentino.
La destitución de Petro es el episodio más grave que sufrió
la voluntad popular últimamente en la región, pero poco (o nada) parece importarles
a los republicanos democráticos argentinos que, hace varios años, denuncian
hasta en Crimea cualquier episodio lesivo a las instituciones venezolanas.
Por otra parte, haciendo análisis comparativo, entre la represión en el Hospital Borda y las consecuencias de las inundaciones de abril del año pasado en la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri ya debería estar vendiendo panchos en La Boca.